domingo, 31 de enero de 2010

Editorial del segundo Boletín de Emergencia CROSE

El terremoto del 12 de enero ha golpeado el corazón de Haití, Puerto Príncipe, donde se concentran el poder y el poder del Estado, con todas sus infraestructuras simbólicas, el sistema financiero con sus diversas ramificaciones y tentáculos, el mercado con la mayor concentración humana con poder real de compra, los cargos ejecutivos, universidades y colegios, los espacios donde se organizan la producción y los servicios. Puerto Príncipe, la capital política, económica, financiera, académica y cultural, está de rodillas, arrastrando con ella al resto del país. Puerto Príncipe ya no existe, y el día en que podrá levantarse está lejos. A pesar de ello y de la amplitud de la catástrofe y de los retos que la acompañan, necesitamos empezar a pensar en el mañana. Precisamente, ese mañana no puede ser como el pasado.

Esta situación particular, que es como una aceleración de la crisis estructural que vivía este país desde hace mucho tiempo, puede (si hay la voluntad) transformarse en un elemento regenerador, salvador, y conducirnos en definitiva hacia el camino que habíamos abandonado desde 1806, el de la reconstrucción de la nación y la puesta en marcha de un Estado al servicio de esta nación.

El terremoto nos ha puesto a prueba a todos, letrados y analfabetos, la gente de Puerto Príncipe, Leogan o Jacmel de cuna, habitantes de barrios ricos o de barrios populares, puesto que todos nos encontramos en la calle para dormir de forma segura, y todos hemos perdido a un hermano, un amigo, un conocido. “Si nou sanble se ke nou ka renmen, si nou ka renmen se ke nou ka fe yon sel, si nou ka fe yon sel, se ke nou ka fe yon peyi." (Canción ‘Linyon’ de John Steve Brunach). No habíamos tomado el camino correcto, ya que todo parece indicar que estamos pasando de un país en crisis de Estado, crisis de nación, crisis de Estado-nación bajo tutela disfrazada, a un país en mal estado y en ruinas, bajo ocupación. Es tiempo de actuar, de socorrer y de pensar en los heridos, pero también es el tiempo reflexionar para actuar mejor. Porque es la visión de futuro lo que debe orientar y guiar nuestras acciones presentes, so pena de ver condicionado ese futuro. El mañana debe pertenecernos porque la implicancia de los jóvenes nos permite tener esperanzas, y el despertar de las regiones está cercano.

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